Tratar sobre la cultura en la era de la “imagen-mundo”, o del “mundo-imagen”, exige volver a indagar una y otra vez los procesos de sentido, el paradójico objeto de la semiótica, y hacerlo sobre todo en relación con textos visuales, y con prácticas sociales en las que el discurso visual interviene como un mediador fundamental.
Como indica su título, el libro transita desde una primera parte centrada en perspectivas metodológicas de linaje semiótico a una segunda en la que la cultura visual se enjuicia desde el punto de vista político, y lo político desde algunas de las condiciones que la moderna cultura de la imagen impone a su constitución y a sus modos de representarse. Textos (o más bien pretextos) visuales tan dispares como las imágenes surrealistas, la fotografía periodística contemporánea o las películas propagandísticas de entreguerras, nos dan que pensar respecto a los complejos vaivenes entre los imaginarios de la modernidad y los modos de representar y actuar políticamente, entre la cultura visual y la cultura política.
La política en que vivimos es quizá, como ha escrito Agamben, esa forma extrema de expropiación de lo común a que Debord llamó “espectáculo”. Pero queremos creer que incluso el espectáculo contiene aún alguna posibilidad positiva, y que en el compartir y hacer comunes las imágenes visuales, las del presente, pero acaso también las más anacrónicas, puede cifrarse una parte decisiva de la creación de nuevas representaciones, de nuevos mundos, de nuevas formas de comunidad política.
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