Estamos, sin embargo, ante una tecnología que tiene sus discutibles desventajas. La más importante quizás sea que carece de “impacto visual directo”, es decir, que para poder visualizar las imágenes necesitamos disponer de un equipo adecuado.
Tal y como señala Antonio Hernández, dicho equipo ha de componerse al menos de un ordenador, un sistema operativo y un programa compatible con el sistema operativo elegido y con el formato en el que se ha almacenado la imagen digital . Sin embargo, esta desventaja es fácilmente solventable a través de una impresión en formato papel de la fotografía que nos interesa (1).
Otra cuestión que se ha puesto sobre la mesa es la durabilidad de los soportes ópticos. Hay autores y fotógrafos profesionales que dudan de la solidez de dichos sistemas. Sin embargo, si algo caracteriza un buen sistema de almacenamiento digital es su capacidad de migrar cómoda y fácilmente los documentos adaptándose al nuevo entorno tecnológico y creando nuevas copias de seguridad. Existen estudios de conservación que dan orientaciones acerca de la permanencia de la información digital en los soportes actuales. Se suele considerar que en un soporte electrónico los datos se mantienen invariables entre 5-10 años y en los soportes ópticos unos cuantos años más .
Hay autores que hablan de la dificultad que supone mantenerse al día ante la constante oleada de innovaciones tecnológicas y señalan el inconveniente de modificar formatos incompatibles con nuevos dispositivos. Esto es real, es muy difícil estar al corriente de todos los cambios que se producen en el mundo de la informática pero sí que se pueden preveer los más importantes. Como señalan Jesús Cías y Ángel Fuentes “la vertiginosa evolución de la industria informática aumenta las legítimas reticencias profesionales, al introducir en las decisiones a colegiar, consideraciones sobre la obsolescencia de las máquinas, los programas y los formatos de escritura de ficheros. Los conservadores nos vemos obligados a desarrollar nuevos métodos que permitan preservar no solo la información digital sino también los programas y equipos necesarios para su recuperación” (2) . En este sentido, para evitar problemáticas como desfase de software y hardware, hay que ir renovándolo y es importante elaborar, desde un primer momento, una política de mantenimiento correcta que prevea una constante actualización de las colecciones digitales (3) . David Iglesias lo resume muy bien al afirmar que “la labor de conservación, a diferencia de lo que ocurre con la fotografía convencional, pasa a ser una tarea dinámica que requiere una intervención activa por parte de los profesionales que periódicamente deberán preocuparse por la migración de datos” (4) .
En definitiva, hoy en día el profesional de la gestión de los archivos fotográficos si quiere llevar a cabo una conservación correcta de su fondo digital, ha de añadir a sus funciones de preservación, el seguimiento de tres cuestiones: soporte, hardware y formato. La realidad es que nos movemos en un terreno todavía desconocido que requiere un mantenimiento y unas precauciones a tener en cuenta . Sin embargo, aunque no estemos en condiciones de predecir que ocurrirá en el futuro con el formato digital, en el nuevo contexto en que nos hallamos ya observamos que parte de los nuevos ingresos se realizan únicamente en este formato y, por tanto, es una cuestión que no se puede obviar, ni dejar de lado.
Un aspecto que también está al orden del día es la consideración de la imagen digital como un verdadero reflejo de la realidad o no. El hecho de que la manipulación de una imagen digital sea fácil y difícilmente perceptible, genera un debate sobre si considerarla o no, una auténtica representación del mundo real (5) . Este aspecto, sin embargo, no está en manos de los documentalistas sino que es una cuestión que pertenece a la ética y a la honradez del fotógrafo. No hay que olvidar que el fotógrafo siempre ofrece su visión de las cosas: a través del encuadre escogido puede realzar una figura, añadir o no añadir objetos o entornos,… Es decir: la manipulación a través de la fotografía no es ninguna novedad, siempre ha existido. El fotógrafo decide que aspectos quiere mostrar de la realidad . Susan Sontag con extrema lucidez nos advierte que “aún cuando los fotógrafos se proponen sobre todo reflejar la realidad, siguen acechados por imperativos tácitos de gusto y conciencia” (6). Por ejemplo, “el hecho de centrarse en una parte de la imagen y excluir el resto es una forma de dirigir el significado de la foto, de subrayar lo que se pretende que vea el espectador”(7) . Es en este sentido, es donde encontramos la lógica a la famosa frase del fotógrafo francés Robert Doisneau: “la fotografía es un testigo falso, una mentira” .
Otro problema que nos hallamos en el momento de emprender un proyecto de digitalización es el coste económico. Al margen del precio de nuestro equipo inicial hay que tener presentes otras fuentes de gasto como la preparación para el escaneado y las posibles postoperaciones de tratamiento digital, desde un simple ajuste de niveles hasta restauraciones complejas. También las operaciones de catalogación, los derechos de autor, el software, el desarrollo de aplicaciones y diseño de interface adecuados a los usuarios, el mantenimiento del hardware (reparaciones, recambios, consumibles, actualizaciones, etc.) y las futuras operaciones de migración de archivos representan un coste económico bastante considerable .
La digitalización, en muchos casos, está concebida para aprovechar las ventajas de la World Wide Web y esto conlleva la aparición de nuevas problemáticas como el tema de los derechos de autor. Este tema es muy peliagudo debido a la complejidad interpretativa de las leyes encargadas de proteger la propiedad intelectual y, a su vez, por la ética dominante en la red que tiende a asociar Internet con material libre de derechos . Para dar solución a esta cuestión ya existen determinadas tecnologías como el watermarking y la criptografía . De todas maneras, esta cuestión debe estar bien presente en cada plan de digitalización que se quiera llevar a cabo y todas las imágenes digitales deben tener bien especificados sus derechos patrimoniales y de propiedad intelectual.
Quizá el aspecto más problemático en el mundo de la conservación y la gestión fotográfica digital sea la falta de estándares comunes y generalizados. Hoy en día hay una enorme variedad de formatos (JPEG, RAW, TIFF…), de medios de captura (cámaras, escáneres, móviles, etc.) y de resoluciones. Se echa en falta una normativa común para el tratamiento documental de la fotografía en su conjunto. A nivel europeo se han dado pasos importantes como la elaboración de los proyectos SEPIA y EVA. Es necesario que los archivos fotográficos, las fototecas y, en definitiva, los diversos centros de conservación de fotografías convengan unos criterios comunes a la hora de conservar sus fotografías . También harían falta pautas que homogeneizaran el proceso de catalogación pues, además, la fotografía digital trae consigo la posibilidad de incorporar nuevos campos descriptivos (White Balance, programas de prioridad, diferentes tipos de medición, etc) . Tal y como el autor Ramón Alberh i Fulgueras ya señaló en 1988, “cal tendir a l’adopció de sistemas de classificació més o menys homogenis, perquè així s’assegura una millor comunicació i una posibilitat més gran d’intercanvi d’informació i, al capdavall, perquè és el camí que facilita a l’estudiós i a l’interessat en general una utilització més eficaç dels serveis” (8).
Tal y como señala Antonio Hernández, dicho equipo ha de componerse al menos de un ordenador, un sistema operativo y un programa compatible con el sistema operativo elegido y con el formato en el que se ha almacenado la imagen digital . Sin embargo, esta desventaja es fácilmente solventable a través de una impresión en formato papel de la fotografía que nos interesa (1).
Otra cuestión que se ha puesto sobre la mesa es la durabilidad de los soportes ópticos. Hay autores y fotógrafos profesionales que dudan de la solidez de dichos sistemas. Sin embargo, si algo caracteriza un buen sistema de almacenamiento digital es su capacidad de migrar cómoda y fácilmente los documentos adaptándose al nuevo entorno tecnológico y creando nuevas copias de seguridad. Existen estudios de conservación que dan orientaciones acerca de la permanencia de la información digital en los soportes actuales. Se suele considerar que en un soporte electrónico los datos se mantienen invariables entre 5-10 años y en los soportes ópticos unos cuantos años más .
Hay autores que hablan de la dificultad que supone mantenerse al día ante la constante oleada de innovaciones tecnológicas y señalan el inconveniente de modificar formatos incompatibles con nuevos dispositivos. Esto es real, es muy difícil estar al corriente de todos los cambios que se producen en el mundo de la informática pero sí que se pueden preveer los más importantes. Como señalan Jesús Cías y Ángel Fuentes “la vertiginosa evolución de la industria informática aumenta las legítimas reticencias profesionales, al introducir en las decisiones a colegiar, consideraciones sobre la obsolescencia de las máquinas, los programas y los formatos de escritura de ficheros. Los conservadores nos vemos obligados a desarrollar nuevos métodos que permitan preservar no solo la información digital sino también los programas y equipos necesarios para su recuperación” (2) . En este sentido, para evitar problemáticas como desfase de software y hardware, hay que ir renovándolo y es importante elaborar, desde un primer momento, una política de mantenimiento correcta que prevea una constante actualización de las colecciones digitales (3) . David Iglesias lo resume muy bien al afirmar que “la labor de conservación, a diferencia de lo que ocurre con la fotografía convencional, pasa a ser una tarea dinámica que requiere una intervención activa por parte de los profesionales que periódicamente deberán preocuparse por la migración de datos” (4) .
En definitiva, hoy en día el profesional de la gestión de los archivos fotográficos si quiere llevar a cabo una conservación correcta de su fondo digital, ha de añadir a sus funciones de preservación, el seguimiento de tres cuestiones: soporte, hardware y formato. La realidad es que nos movemos en un terreno todavía desconocido que requiere un mantenimiento y unas precauciones a tener en cuenta . Sin embargo, aunque no estemos en condiciones de predecir que ocurrirá en el futuro con el formato digital, en el nuevo contexto en que nos hallamos ya observamos que parte de los nuevos ingresos se realizan únicamente en este formato y, por tanto, es una cuestión que no se puede obviar, ni dejar de lado.
Un aspecto que también está al orden del día es la consideración de la imagen digital como un verdadero reflejo de la realidad o no. El hecho de que la manipulación de una imagen digital sea fácil y difícilmente perceptible, genera un debate sobre si considerarla o no, una auténtica representación del mundo real (5) . Este aspecto, sin embargo, no está en manos de los documentalistas sino que es una cuestión que pertenece a la ética y a la honradez del fotógrafo. No hay que olvidar que el fotógrafo siempre ofrece su visión de las cosas: a través del encuadre escogido puede realzar una figura, añadir o no añadir objetos o entornos,… Es decir: la manipulación a través de la fotografía no es ninguna novedad, siempre ha existido. El fotógrafo decide que aspectos quiere mostrar de la realidad . Susan Sontag con extrema lucidez nos advierte que “aún cuando los fotógrafos se proponen sobre todo reflejar la realidad, siguen acechados por imperativos tácitos de gusto y conciencia” (6). Por ejemplo, “el hecho de centrarse en una parte de la imagen y excluir el resto es una forma de dirigir el significado de la foto, de subrayar lo que se pretende que vea el espectador”(7) . Es en este sentido, es donde encontramos la lógica a la famosa frase del fotógrafo francés Robert Doisneau: “la fotografía es un testigo falso, una mentira” .
Otro problema que nos hallamos en el momento de emprender un proyecto de digitalización es el coste económico. Al margen del precio de nuestro equipo inicial hay que tener presentes otras fuentes de gasto como la preparación para el escaneado y las posibles postoperaciones de tratamiento digital, desde un simple ajuste de niveles hasta restauraciones complejas. También las operaciones de catalogación, los derechos de autor, el software, el desarrollo de aplicaciones y diseño de interface adecuados a los usuarios, el mantenimiento del hardware (reparaciones, recambios, consumibles, actualizaciones, etc.) y las futuras operaciones de migración de archivos representan un coste económico bastante considerable .
La digitalización, en muchos casos, está concebida para aprovechar las ventajas de la World Wide Web y esto conlleva la aparición de nuevas problemáticas como el tema de los derechos de autor. Este tema es muy peliagudo debido a la complejidad interpretativa de las leyes encargadas de proteger la propiedad intelectual y, a su vez, por la ética dominante en la red que tiende a asociar Internet con material libre de derechos . Para dar solución a esta cuestión ya existen determinadas tecnologías como el watermarking y la criptografía . De todas maneras, esta cuestión debe estar bien presente en cada plan de digitalización que se quiera llevar a cabo y todas las imágenes digitales deben tener bien especificados sus derechos patrimoniales y de propiedad intelectual.
Quizá el aspecto más problemático en el mundo de la conservación y la gestión fotográfica digital sea la falta de estándares comunes y generalizados. Hoy en día hay una enorme variedad de formatos (JPEG, RAW, TIFF…), de medios de captura (cámaras, escáneres, móviles, etc.) y de resoluciones. Se echa en falta una normativa común para el tratamiento documental de la fotografía en su conjunto. A nivel europeo se han dado pasos importantes como la elaboración de los proyectos SEPIA y EVA. Es necesario que los archivos fotográficos, las fototecas y, en definitiva, los diversos centros de conservación de fotografías convengan unos criterios comunes a la hora de conservar sus fotografías . También harían falta pautas que homogeneizaran el proceso de catalogación pues, además, la fotografía digital trae consigo la posibilidad de incorporar nuevos campos descriptivos (White Balance, programas de prioridad, diferentes tipos de medición, etc) . Tal y como el autor Ramón Alberh i Fulgueras ya señaló en 1988, “cal tendir a l’adopció de sistemas de classificació més o menys homogenis, perquè així s’assegura una millor comunicació i una posibilitat més gran d’intercanvi d’informació i, al capdavall, perquè és el camí que facilita a l’estudiós i a l’interessat en general una utilització més eficaç dels serveis” (8).
(1) Hoy en día las impresoras fotográficas están bastante extendidas. Un archivo fotográfico podría permitirse perfectamente comprar una impresora de sublimación de calidad como, por ejemplo, la Sony UP-DR150, saliéndole la copia a 0,19 € y siendo capaz de imprimir 8 copias al minuto.
(2) Cía, Jesús y Fuentes, Ángel. “Notas sobre la conversión digital de colecciones fotográficas antiguas”. Lligall. Núm.16, 2000, p. 245.
(3) Franziska Frey, en este sentido, indica que es importante desde un primer momento establecer un presupuesto, que incluya el mantenimiento del archivo digital puesto que uno de los errores más comunes es limitar los recursos económicos a la creación del fondo y abandonar los aspectos de conservación regular. Frey, Franziska. “Creació de col·leccions digitals”. Imatge i Recerca 7:es Jornades Antoni Varó. Girona: Ajuntament de Girona, 2002, p. 39.
(5) En este sentido Jordi Alberich no habla de fotografia sino de simulación gráfica carentes de las características tradicionales de la fotografía analógica. En palabras de Alberich “termes com ara profunditat, volum, il·luminació o textura resulten ara plenes i simples metàfores”. Per aquest autor “La visió contemporànea es reformula així des de l’anterior credibilitat i objectivitat fotogràfica vers un nou ordre visual de simulació i virtualització”. Alberich, Ramón, “Sistemes i dispositius de tractament i optimització digital d’imatges fotogràfiques”. Imatge i Recerca 7:es Jornades Antoni Varó. Girona: Ajuntament de Girona, 2002, p. 43. Lluís-Esteve Casellas i David Iglesias Franch aseguran que la digitalización de una fotografía supone la obtención de un objeto no físico que se corresponde a “una cadena de dígitos que ni siquiera estamos seguros de afirmar que se trate de fotografías”. Casellas Serra, Lluís-Esteve; Iglesias Franch, David. “Nuevas tecnologías y tratamiento de fondos y colecciones fotográficas”. )”. Terceras Jornadas: imagen, cultura y tecnología. Madrid : Universidad Carlos III: Archiviana, cop. 2005, p. 164. De la misma forma, son significativas las palabras de Bill Ostendorf cuando haciendo mención a la extensión de la manipulación digital considera que estamos ante un cambio funcional de la fotografia que “deslligada dels components de plata sobre una placa, de la pel·lícula o del paper, es convertirà virtualment en un nou mitjà”. Ostendorf, Bill “Qui es creurà més una fotografia?”. Diari Avui. Barcelona. 23 d’abril de 1996. Extret de Alberich, ibid., p. 43. También, resulta muy interesante el estudio de Iñigo Sarriugarte que plantea la fotografía digital como una nueva práctica que nos adentrará en el llamado “arte de la simulación”. Estamos ante un alejamiento de la teoría que considera la fotografía como un medio de representación de la realidad tal y como es. Nos acercamos a nuevas formas de representación que tomando referentes del mundo real tienden hacia una hiperrealidad alimentada por las posibilidades de manipulación de la fotografía digital. Según Sarriguarte “El artista ya no debe imitar la realidad, sino extrapolar signos de ella para crear una hiperrealidad”. Sarriugarte, Iñigo. “Hacia un arte de la simulación: la fotografía digital”. Terceras Jornadas: imagen, cultura y tecnología. Madrid : Universidad Carlos III: Archiviana, cop. 2005, p. 205.
(6) Franco, Guillermina. “El tratamiento de la imagen digital aplicado al periodismo”. Terceras Jornadas: imagen, cultura y tecnología. Madrid: Universidad Carlos III: Archiviana, cop. 2005, p. 325.
(7) Sontag, Susan. Sobre la fotografía. Madrid: Edhasa, 1981, p. 16.
(8)Alberich i Fulgueras, Ramón, op. cit., p. 5.
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